La Historia de Santorcaz
Nuestro municipio es uno de los más antiguos de la comunidad de Madrid, fue fundado por los íberos con el nombre de Metercosa.
Posee restos arqueológicos de los carpetanos y restos del castillo de Torremocha, de la edad media, que fue residencia de verano de los arzobispos de Toledo y cárcel de personajes ilustres como la Princesa de Éboli o el Cardenal Cisneros. También mantiene intacta su estructura tradicional, conservando viviendas típicamente tradicionales en algunas de cuyas fachadas permanecen aún los antiguos escudos de familias pudientes.
Dentro de los lugares de más interesantes del municipio destacamos la muralla, la fortaleza o castillo de Torremocha y la Iglesia de Santo Torcuato.en Santorcaz también contamos con uno de los ‘oppidum’ de origen celta más grande de la península, el ‘Llano de la horca’. El yacimiento situado en nuestro municipio sería uno de los poblados carpetanos más grandes.
Santorcaz fue Puebla Nueva del Rey Sancho en una serie de televisión muy popular de los años 70: Crónicas de un pueblo. Sin embargo, su propia historia es tan interesante o más que la del pueblo de ficción, además de bimilenaria.
Su origen está en el asentamiento carpetano del siglo III a.C. que ocupó el Llano de la Horca, cuyo nombre se debe a que, por su posición bien visible frente a la villa medieval, cuando ya era un despoblado, fue elegido para ejecutar de forma ejemplar a los condenados por la justicia señorial.
Sus restos están apareciendo en las excavaciones arqueológicas que el Museo Arqueológico Regional lleva a cabo en el yacimiento desde hace varios años.
Este espacio se volvió a ocupar durante el siglo X, cuando se establecieron grupos beréberes llegados al amparo del dominio andalusí. Los restos de la torre que se encuentran en el extremo del llano, en la Cuesta de la Torrecilla, podrían ser los de un punto defensivo avanzado para la protección de estas comunidades.
Pero será ya tras la conquista castellana de la región cuando nazca el Santorcaz que ha llegado hasta nuestros días, dentro de la jurisdicción de Alcalá y, por tanto, en el territorio que la corona cedió al arzobispado de Toledo para su gobierno. A finales del siglo XIII, el arzobispado construyó una fortaleza en la parte alta de la villa, hoy conocida como Castillo de la Torremocha. Integrada en sus defensas, destaca la iglesia parroquial de San Torcuato.
A sus pies, se extendía el caserío del campesinado, posiblemente rodeado por una cerca posterior de la que nada se ha conservado. Hoy sobresalen los edificios de la plaza de toros y el ayuntamiento.
La excursión a Santorcaz se puede completar con la visita a la fortaleza andalusí de Alcalá la Vieja y al Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, con los que guarda una estrecha relación geográfica e histórica.
Castillo y residencia señorial fortificada
El castillo de Santorcaz era una fortificación al estilo de las fortalezas de la orden de Santiago en Fuentidueña y Villarejo: un recinto de tamaño medio que no sólo sería la residencia del señor, es decir, del arzobispo de Toledo, durante sus esporádicas visitas a esta jurisdicción, sino que concentraría diferentes dependencias de la administración señorial: la iglesia parroquial, los almacenes en los que se guardaba el fruto de los diezmos y otras rentas en especie que entregaban los vasallos a cambio de protección y gobierno, y probablemente también las viviendas de los servidores de la mitra toledana en este apartado feudo.
Este mirador, que permite disfrutar de una excelente vista del poblado carpetano (siglos III-I d.C.) en el frontero Llano de la Horca, está situado precisamente sobre los restos del palacio arzobispal, colmatados por los derrumbes del edificio hasta formar una plataforma elevada. A sus pies quedan restos de la segunda puerta de la muralla, un acceso directo al área residencial protegido por dos torretas de flanqueo.
De palacio a “torremocha”
En época del arzobispo Pedro Tenorio, es decir, a mediados del siglo XIV, la residencia señorial, en principio una torre del homenaje como en tantos otros castillos, sufrió, al igual que en Alcalá, una gran reforma en la que se ampliaron las estancias y los espacios de representación hasta convertirla en un verdadero palacio. La creciente riqueza de la corte arzobispal requería un marco arquitectónico a su altura, aunque pronto empezó a recibir usos menos protocolarios: desde finales del siglo XV, el arzobispado lo utilizaba como cárcel de clérigos y nobles caídos en desgracia.
Entre sus muros, estuvieron presos el mismísimo cardenal Cisneros antes de su meteórica ascensión en la corte y la controvertida Princesa de Éboli. Aún estaba en pie aunque en mal estado a mediados del siglo XIX. Seguramente fue en ese momento cuando empezó a recibir el nombre de Torremocha. El artesonado del salón principal acabó en el Palacio Laredo de Alcalá, donde aún se puede apreciar su rica decoración mudéjar.
Un recinto defensivo
Muy completo
Aún se puede reconocer y recorrer casi por completo el trazado del recinto fortificado de Santorcaz. Se conservan hasta ocho torres de muy variada tipología: dos cuadradas, cuatro cilíndricas, una de base pentagonal y una albarrana, es decir, una torre exenta unida por su parte superior con el adarve de la muralla gracias a un puente, que se ha perdido. También lucen una enorme variedad de técnicas constructivas, lo que nos habla de que la fortificación sufrió, como es natural, diferentes remodelaciones a lo largo del tiempo.
También se conserva la puerta principal, una entrada dispuesta de forma lateral a la muralla para obligar a los potenciales atacantes a exponer su flanco peor protegido, el derecho, aquel en que portaban el arma, mientras en el izquierdo llevaban el inútil escudo. Esta configuración “en codo” además impedía los ataques frontales, las cargas de caballería pesada y el uso de arietes. En cambio, no quedan huellas del foso y de la barrera –muro bajo que formaba una primera línea de defensa por delante de la muralla- pero sin duda la fortaleza los tuvo.
Iglesia y fortaleza
De San Torcuato a Santorcaz
La iglesia de Santorcaz estaba integrada en la fortaleza, es decir, en el espacio simbólico reservado a los señores de este lugar, los arzobispos de Toledo, quienes de este modo subrayaban su doble condición de poder religioso y territorial. El ábside se proyecta de forma bien visible y ostentosa junto a la entrada principal al recinto, sobre la que además ejerce su protección. Ha perdido el remate almenado y el adarve defensivo que con toda seguridad lo coronaban. Todo el edificio parroquial es el fruto de numerosos añadidos y reformas de distintas épocas, entre los que destacan el retablo renacentista del altar mayor (siglo XVI) y el equilibrado porche neoclásico (siglo XVIII).
El templo y por extensión toda la fortaleza están dedicados a San Torcuato, arzobispo de Guadix durante el siglo I d.C. y precursor del cristianismo en Hispania. La política repobladora del arzobispado de Toledo se basaba en la fundación de núcleos de población en torno a un espacio sagrado, que actuaba como polo de atracción y centro de agregación de nuevos colonos. En Alcalá, ese espacio fue el cementerio donde se creía que estaban los restos de los santos niños Justo y Pastor, mártires de las persecuciones de Diocleciano en el año 304 d.C. Y en Santorcaz, lo fue un lugar en el que la leyenda decía que había predicado San Torcuato. Con el tiempo, el nombre de la localidad acabaría transformándose en Santorcaz.